La mayoría de mis amigos se dedican a la docencia, tanto en educación media o superior, tengo también muchísimos amigos ingenieros (en sus diferentes ramas), así como también, otro gran grupo que trabaja en áreas de las ciencias de la salud. En fin, un variado espectro de amistades que, me atrevería a apostar, filosofan a diario aun sin saberlo.
En efecto, podría mencionar a muchos de ellos que dicen que la “Filosofía” les aburre, o saben muy poco de ella, pero lo cierto es que, de hecho, la vida con todos sus altibajos siempre ha estado saturada de filosofía.
Es que seguro mis amigos, cuando razonan en buena forma, utilizan la Lógica y el Pensamiento Crítico. De igual manera practican el “Realismo Ontológico” cuando asumen que, por ejemplo, sus alumnos son seres reales, como también los son sus colegas, y sus equipos, maquinarias, mobiliarios, o clientes. El informático tiene una visión Lógico-Formalista de la realidad, orientada por procesos. El médico da por sentado que su paciente se trata de un ser real que viene en busca de ayuda, tan real como sus ayudantes en la clínica u hospital, así como también son reales las librerías o bibliotecas, ferreterías o farmacias, es decir, todas ellas existen fuera de su conciencia, existen independiente de nosotros.
De igual forma, aceptan que el mundo donde se desenvuelve puede en alguna medida ser conocido, y que sigue ciertas leyes naturales. Es decir, el profesor le puede preguntar a sus estudiantes, o el ingeniero a sus clientes, o el médico, por ejemplo, le puede preguntar al paciente qué le pasa, para averiguar qué lo trae a la consulta: dan así por sentado que hay algo que puede llegar a saber (“Realismo Gnoseológico” o “Dogmatismo”). Ponen así en práctica la máxima «Conocer antes que actuar» (praxiología científica). Pero, lejos de creer a ciegas todo cuanto le cuentan sus alumnos, clientes o pacientes, es normal, y hasta sano, el que tengan ciertas dudas de lo que le digan, e incluso es de sabios el dudar cuando algo falle (“Escepticismo” metodológico).
Incluso, cuando rechazan la hipótesis de que los problemas de aprendizaje, o los de un proceso industrial, o las enfermedades de sus pacientes son de índole y origen espirituales, están utilizando una concepción propia de la “Ontología Materialista” del mundo. Así como también cuando ayudan, o apoyan, a un colega practican una “Filosofía Moral Humanista”.
Tanto el profesor al realizar una evaluación diagnóstica a los alumnos, el ingeniero al evaluar un dispositivo o procedimiento, o un médico al diagnosticar, como al recetar un paciente, aplican tácitamente el postulado de que la investigación científica es la mejor vía para conocer hechos (“Cientificismo”). O sea, rechazan tácitamente tanto las visiones mágico-religiosas, como el intuicionismo dogmático, y el escepticismo destructivo, inherente al constructivismo-relativista posmoderno.
Ahora bien, es muy cierto que todos ellos deben estar alertas para filtrar el bombardeo constante de información a los que los someten las redes sociales, los medios de comunicación, la publicidad y el mercadeo, así como también evaluar las nuevas modas pedagógicas, o las nuevas herramientas tecnológicas en ingeniería o nuevos fármacos o tratamientos revolucionarios que les llevan a diario los visitadores médicos.
En definitiva, el buen profesor, a diferencia del “pirata”, el buen ingeniero, a diferencia del chapucero, y el buen médico, a diferencia del curandero, ponen en práctica diariamente, en general sin saberlo, todo un “Sistema filosófico”.
Es por todo esto que con toda seguridad no bastan las fundamentaciones filosóficas del tipo “casero”. Que siempre será mejor tener sólidos conocimientos, lo que, con total seguridad, los protegerá de las políticas delictivas, tan comunes en nuestro ambiente, y de las filosofías banales y charlatanas, que no se ocupan de la realidad, ni de su estudio. En fin, los ayudará a separar el grano de la paja, así como a organizar la información y otear el horizonte para así tomar sus mejores decisiones.
Este artículo no pretende hacerlos filósofos, sino solamente mostrar la fundamentación filosófica de cantidad de cosas y procedimientos que forman parte de su cotidianidad en la práctica de su profesión. Y por experiencia personal es muy normal que tarde o temprano, cuando ejercemos nuestra profesión, nos formulemos preguntas acerca de los fundamentos y del significado de aquello que hacemos. De los criterios de verdad y de la validez del conocimiento que empleamos, preguntas que, lamentablemente, a nosotros los que estudiamos “Ciencias” nunca nos dotaron de las herramientas que nos permitirían responderlas.
Finalmente, debo agregar que me servirá también para introducir la rama de la Filosofía que mayor importancia cobra en los tiempos que nos ha tocado vivir, me refiero a la “Filosofía Científica”, este será mi modesto homenaje de cumpleaños (el 21 de septiembre cumple 98 años) a alguien que no necesita presentación, el profesor Mario Bunge, figura de alcance mundial, con reconocimiento académico de las más grandes instituciones y una obra sistemática que lo ha ubicado en el lugar de uno de los más grandes pensadores del siglo XX y lo que va del XXI.
Sirvan pues, las siguientes líneas para incrementar en mis amigos la potencia de sus mentes racionales y lógicas, aunque debo admitir que para permanecer indiferentes y desapasionados no les hace falta pasar por esta lectura.
Debo finalmente agregar que aparte de Don Mario Bunge (que es el tenor principal), me apoyo, como fuente, en el conocimiento de grandes conocedores como lo son: Gustavo E. Romero, José Padrón y Evaristo Méndez, entre otros. Espero no traicionar sus ideas al plantear esta visión.